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Y los momentos de alegría, ¿qué?

Y los momentos de alegría, ¿qué?

Hola. ¡Me lanzo a escribir mi primer post! Acabo de acabar de leerme este libro que me ha fascinado desde el principio, así que me es fácil escribir con las ganas que tengo de compartir algo de lo aprendido.

Daniel A. Hughes explica en este libro en qué consiste la Psicoterapia Diádica de Desarrollo (DDP ), a través de la historia de una niña de 7 años, Katie, que pasa por tres familias de acogida antes de pasar a adopción.  Al final de cada capítulo, el autor ofrece algunos puntos clave de teoría de cómo apoyar la creación de un apego seguro en criaturas con trauma de desarrollo. Leyendo, acompañamos a Katie en ese viaje difícil por el que pasan muchos niños y niñas que, por sus vivencias, tienen muy poca capacidad de confiar en sus cuidadores y de sentir que pertenecen a la comunidad de seres humanos.

Quería empezar por una de las partes del libro que me ha llamado la atención y que trata sobre la importancia de tener momentos en los que compartimos alegría y disfrute con nuestros peques. Según Hughes, es muy importante que los y las bebés reciban experiencias tempranas de alegría e interés recíprocos (como cuando madre y bebe se pierden mirándose, sincronizan sus movimientos…).

Los niños y niñas que de bebés recibieron ignorancia o maltrato, tienden a tener una auto-percepción basada en la vergüenza y les puede resultar muy difícil y vulnerable considerar a sus personas cuidadoras como fuente de seguridad, consuelo o disfrute. Los momentos de alegría compartida (es decir que la criatura perciba que sus personas cuidadora está disfrutando realmente de su compañía), junto con otros aspectos, repercuten en su auto-percepción y pueden ayudar como dice Hughes, en la «construcción de su nueva identidad como persona que tiene el derecho a ser amada y cuidada solo por el hecho de existir

Por ejemplo, la madre de acogida de Katie inventó una rutina antes de ir a dormir, llamado “Tiempo con mami”, durante el cual se centra en ella de manera exclusiva y le ofrece contacto físico, la mece, le cuenta cuentos, juegan, etc. Si Katie no quiere, su madre de acogida lo acepta pero no se aparta físicamente y le envía el mensaje de que puede contar con ella. Ah, e importante: Es un momento diario independiente de lo que haya pasado en el día, no se da como respuesta a un buen comportamiento. Así que el/la peque interioriza la incondicionalidad del vínculo.

Toso esto me confirma el lugar que quiero dar a la alegría y la celebración en el día a día de nuestra familia. Me recuerda a esta frase que me dijeron hace tiempo: “Todo niño o niña necesita, por lo menos, a una persona que esté loca por él”. En nuestra familia, además de los momentos diarios que intentamos tener de juego, risa, baile (cuando podemos…), tenemos un pequeño ritual al final de la cena, que consiste en pasarnos un elefante de peluche que nos ayude a recordar una cosa del día que nos ha gustado y por la que sentimos gratitud. Cuando hay tantas dificultades en el día a día y tantas cosas que no funcionan como me gustaría en el mundo, es una manera de enfocar la atención en lo que SÍ, sin negar el dolor pero conectando con lo valioso de estar vivo.

Como dice Pepa Horno, “Creo que la alegría es una opción de vida que construye y alimenta el alma y (mi hijo) va a tener que tirar de ella muchas veces en su vida. Quiero que sea capaz de buscar la alegría, de elegirla. No creo en la felicidad permanente, pero sí en la alegría como opción, en buscarla, mimarla y alimentarla.”

¿Y tú como lo ves? ¿Cómo eliges y alimentas la alegría en el día a día? ¿Tenéis durante la semana también momentos de disfrute (real) compartido?



 

 

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